BIOLOGÍA Y SOCIEDAD
Un científico debe también suscitar ideas interesantes a la vez que plantear incógnitas pertinentes. En este sentido, también me interesa divulgar el papel de la ciencia como instrumento para explicar los fenómenos de la realidad, concretamente, la sociedad en la que vivimos. Para ello, estableceré un curioso paralelismo, la analogía que se produce entre un organismo biológico con las sociedades en las que el ser humano convive. No olvidemos que si la idea básica de la evolución biológica, acuñada por el naturalista británico Charles Darwin, es que las especies de organismos cambian con el tiempo, las sociedades, de igual forma que los organismos biológicos, son resultado de la historia o de la evolución de la cultura.
Quiero concretar ese paralelismo de las sociedades humanas entendidas como organismos biológicos, concretamente, con uno de los principales problemas que nos acecha. La crisis catalana y, con ello, una posible solución. Para ello, el sugerente razonamiento de cómo se organiza nuestro organismo para aplicarla al campo de las sociedades humanas y su cultura, puede ser muy sugerente.
Tal y como describo en mi libro PODER ANTICÁNCER, la materia viva se distingue de la inerte por contar con estructuras que hacen posibles distintas funciones metabólicas, tales como la nutrición o la misma capacidad de reproducción, para poder perpetuarse en el tiempo. Es precisamente la célula, como unidad anatómica y funcional de todo ser vivo, la que permite, en última instancia, realizar estas funciones. De este modo, la célula es la mínima expresión de vida de todo ser vivo y la responsable de las características vitales de los mismos.
Así, al igual que si fuéramos una gran construcción de Lego, los humanos estamos formados de pequeñas piezas, esenciales para el ser humano, las células. De la misma manera que ocurre para cada pieza de Lego, cada tipo de célula confiere una función adicional a aquel ser vivo. Cuanto más complejo es el organismo, más tipos de células debe tener para poder hacer frente a las múltiples demandas de funciones diversas.
Pero las células no trabajan solas sino que las que tienen funciones similares se agrupan en tejidos, y estos en órganos, y todos trabajan coordinados, en equipo, con un único objetivo: mantenernos vivos.
Es importantísimo el matiz de coordinación. Las células hepáticas o hepatocitos son las células propias del hígado. Son células muy activas ya que realizan muchas funciones vitales para el ser vivo, como por ejemplo, desintoxicar el cuerpo de sustancias extrañas. Es tal la importancia de esta coordinación, que la nefrona, unidad estructural y funcional básica del riñón, continua la labor de la célula hepática ya que filtra la sangre proveniente de aquella, reabsorbiendo lo que es necesario y excretando el resto como orina. Y no por ello, la célula renal es un ente menor.
Si observamos todos estas relaciones, podemos darnos cuenta que estamos ante un proceso que busca mantener un equilibrio en nuestro organismo, necesario para el correcto funcionamiento del mismo.
Para que esta homeostasis corporal sea adecuada, cada una de nuestras células debe comprender y asumir el papel que desempeña. Las células del intestino saben que han de absorber nutrientes. Del mismo modo, las células alveolares de la mama tienen la función principal de producir leche para alimentar a su bebé después del nacimiento.
Fijaos, si una célula cualquiera que componen la glándula mamaria quisiera aspirar a otra función y otra localización anatómica, es decir, deseara ir a otro lugar, por ejemplo, al pulmón, lo haría en forma de metástasis (acción de ir a otro lugar) y, esto sería fatal para todo el organismo, ya que con mucha probabilidad conduciría a su propia muerte. Esto es, el egoísmo llevado a sus máximas consecuencias,… ¡o la necesidad!
De este modo, el paralelismo que quiero realizar es el siguiente. El conjunto de células que conforman un órgano como puede ser el hígado, como unidades análogas que conforman Cataluña, realiza indiscutiblemente, una de las funciones más importantes del estado español. Pero al igual que ocurría con la célula hepática, una importante empresa catalana como Nestle, puede tirar del carro como aquella en el organismo, pero su manantial y planta embotelladora del agua Aquarel, al igual que la nefrona y, nunca mejor dicho, se sitúa en Herrera del Duque (Badajoz) Así, la interrelación existente entre células, al igual que ocurre entre comunidades es indiscutible.
Concluyendo todo lo argumentado anteriormente, de igual modo que mantener la homeostasis celular es imprescindible para mantener una salud óptima, el intrincado sistema de relaciones que une Cataluña al resto del país, debe estar perfectamente soportado. Y debe estarlo por un cerebro justo y equitativo; en este caso por las estructuras orgánicas del estado.
Si esto hubiera sido así, una célula, que bien se podría llamar Puigdemont, no habría metastatizado. Si los tóxicos empujan a la célula sana a emigrar, el hecho que Cataluña sea la tercera comunidad en aportar y la décima en recibir, en ningún caso puede ser la espoleta para que muchas más células quieran iniciar el proceso de metástasis. Pero por otra parte, los egoísmos exacerbados ya hemos visto donde nos pueden conducir.
De lo biológico se pasa a lo social. Entre las posturas extremas de entender a las células como entes totalmente independientes a la pretensión que todos los individuos estén sujetos a un determinado orden social impuesto por un grupo hegemónico y no toleran las desviaciones fuera de ese orden, hay tonos grises.
Tanto en la célula como en la sociedad, lo que otorga a un individuo su valor genético no es la cualidad propia de sus genes, sino el hecho que no tiene la misma colección de genes que los otros; que es único. Si el éxito de la especie humana se debe particularmente a su diversidad biológica, su potencial descansa sobre esta diversidad y hemos de preservarla. O sea, preservar la importancia del respeto al otro y de las diferencias en la vida social. Más aun teniendo en cuenta que la diversidad cultural, que ha desempeñado un papel aún más importante que la diversidad genética en el desarrollo de la humanidad, se encuentra hoy gravemente amenazada por dos modelos enfrentados: separatistas y constitucionalistas.
Aviso a los responsables de los máximos órganos del estado: como se ha demostrado en medicina, en muchísimas ocasiones, la cirugía, en forma de represión y aplicando artículos 155, es insuficiente para resolver un proceso oncológico.
Y, aviso a los independentistas: la quimioterapia como dogma de fe, que esa estrategia es innegociable está próxima a llegar a su fin.
Lo mejor es la medicina personalizada; es decir el diálogo y la coherencia. Para ello, la biología nos puede ser de muchísima utilidad.