La reputación es una consecuencia directa de como se nos ve, pero no necesariamente de cómo se es en realidad. Cómo nos ven a veces es fruto de un proyecto de marketing y campañas para seducir. Incluso las personas, en el interior, hacemos una auto-campaña sobre nosotros mismos que puede no coincidir con lo que Es y tampoco con lo que ven los demás. Puede haber tres versiones conviviendo sin que se sea consciente de ello.
Las personas no se muestran siempre como son en realidad, pero se sabe que agradar en esta sociedad es fundamental para tener éxito y se dedica mucho dinero y tiempo a fomentar el agrado. Se convierte en una prioridad que puede desbancar a otras prioridades; una alteración de valores. Entonces uno se convierte en lo que “agrada a la sociedad” para tener visibilidad. Se dice lo que “gusta escuchar». Por otro lado, cómo se nos ve depende también de nuestras palabras y actos que se reflejan a través de nuestras intervenciones y también a través de la imagen que elegimos y que se proyecta en nuestro emprendimiento.
La reputación verdadera
Así que construir una reputación y tener o ser esa reputación no es lo mismo. Uno puede construir hoy por hoy con los medios que existen una imagen idílica sobre su empresa y recorrido adornado con fotografías bellísimas, el relato de la heroína o del héroe y discursos potentes o un currículo inflado etc. Sin embargo, esa historia creada, en algún momento, puede desvanecerse. Uno puede invertir en crear una reputación o bien invertir en Ser esa reputación.
La reputación verdadera no se construye con creencias, campañas y mensajes positivos. El público cada vez más sospecha de la “imagen” que se proyecta y en realidad, al final, el maquillaje acaba diluyéndose. Sin embargo, la reputación que uno puede Ser que perdurará en el tiempo es la que esté basada en los valores humanos comunes, la congruencia entre la defensa de esos valores y los actos, la genuinidad y la verdad.
Todos reconocemos por igual una reputación que admiramos. Todas queremos esa reputación. En las mentorías de Verdad Objetiva, cuando le preguntas a las personas que a quién admiran, todos suelen coincidir. ¡Todos y todas están de acuerdo, siempre! Todas las personas admiran a otras con valores que no siempre ellos representan, si no, no admirarían esos valores. Los admiran, en demasiadas ocasiones, porque ellos carecen de esos valores.
Los valores base de la reputación
¿Por qué alguien admira unos valores con los que está de acuerdo pero que él mismo no representa? Las personas viven divididas y sin integridad. Existe un criterio subjetivo en todas ellas que les puede llevar a tomar decisiones que van por delante de sus propios valores para ganar, vencer, estar por encima de otro, conseguir clientes o agradar y seducir, entre muchos otros motivos.
Ese criterio es resultado de la personalidad adquirida con el tiempo fruto de las experiencias pasadas y los intereses propios. Y existe un criterio objetivo dentro de las personas que es capaz de detectar esa incongruencia, esa división; la parte no condicionada por las experiencias; el Ser. Y esa capacidad de detectar, el Ser genuino, está tanto en las personas que ejercen la incongruencia como en el público que las ve y que condicionaran tu reputación.
Lo falso y lo verdadero. La verdad y la mentira
Existe la verdad y existe la mentira. Lo falso y lo verdadero. Y existe un criterio que puede percibir la diferencia. Hay quien es capaz de ver la verdad y la mentira y hay quien no. Todo depende del condicionamiento adquirido de cada uno.
Cuando una persona es capaz de vivir desde sus valores sin pisarlos y actuar en congruencia con ellos, está invirtiendo en su reputación y en su éxito. Aquellas personas capaces de pisar sus propios valores humanos para conseguir algo, están obstaculizando y rompiendo los fundamentos de su propia reputación. Cuando hablo de pisar valores, no hablo necesariamente de hacer cosas muy horribles, sino que basta con no ser Verdadero, decir medias verdades, inflar imágenes, inflar campañas, mensajes o actuar en contra de alguien innecesariamente.
Así que no es lo mismo SER una reputación que crearse y creerse una reputación. Para Ser y liderar inspirando basta con mantenerse en los valores de la Verdad y la congruencia. Pero eso es algo que solo puede escoger quien se ha dado cuenta de que quizás no esté en ese criterio justo, y quien se haya dado cuenta de la necesidad del mismo.
Eso solo lo puede elegir quien se ha dado cuenta que uno/a no es una reputación creada sino quien puede cambiar esa reputación. El cambio útil y perdurable en el tiempo, no pasa por cambios de maquillajes sino más bien por desmaquillar y dejar florecer los verdaderos valores que no dejan indiferente a ese público que sabe discernir entre lo verdadero y lo falso, entre la congruencia e incongruencia.
Elegir la verdad, lo auténtico
Así que el único obstáculo a una buena reputación es un ego con unos valores subjetivos que no sintonizan con los valores humanos comunes. No hay inversión más útil, bella, pero sobretodo en estos tiempos, necesaria, que conocerse a uno mismo, respetar lo que se descubre y liderar la sociedad desde la genuinidad y la consideración: siendo ejemplo y no pareciendo un ejemplo.
Lo que es falso no se sostiene en el tiempo, tarde o temprano se revela. Pero lo que es verdadero solo se puede empañar, nunca destruir y perdura en el tiempo. Por ello, la mejor reputación es la verdadera, porque pase lo que pase, la verdad libera y en la verdad puedes confiar.
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