El poder de la palabra, el lenguaje, puede hacernos triunfar en un momento decisivo de nuestra vida. Además, es nuestra percepción del mundo, ayuda a comprender y adquirir responsabilidad sobre lo que realmente queremos decir.
Si de verdad quieres saber el poder de la palabra prueba a cambiar algunas de tus expresiones negativas habituales y observa como te sientes mejor. Todo influye en nuestra psicología, por ejemplo si estudiamos la cantidad de palabras positivas o negativas que emitimos, nuestras quejas, nuestras alabanzas. El lenguaje afecta la percepción que los demás tienen sobre nosotros y tiene el poder de incidir en nuestro comportamiento y nuestro estado de ánimo.
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El poder de la palabra en la sociedad
El poder de la palabra en la sociedad es tan importante que es capaz de poner y quitar Gobiernos, elevar a los altares a un Premio Nobel o de reducir la pena a un acusado por la justicia. Un hombre o mujer de palabra es el grado máximo en la excelencia de la moral y los valores sociales. El contrato más veces firmado en la historia de la Humanidad se hace de palabra, un acuerdo verbal, los matrimonios se contraen mediante la palabra “sí quiero”.
Antiguamente, los contratos de compra y venta se cerraban en las ferias de ganaderos o artesanos con un apretón de manos y con la palabra dada.
Aplicado a la actualidad, cuando abres las redes sociales lo primero que te invitan es a redactar algunas palabras, ya sea lo que estás pensando o algo que quieres transmitir. Aunque este poder hay que aplicarlo con coherencia, constancia y veracidad. Las publicaciones asociadas a nosotros en Facebook, Instagram o LinkedIn son la palabra dada en nuestro perfil social.
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Además, hay que saber aplicar la palabra adecuada porque no existen los sinónimos que sirvan para todo, cada palabra tiene su personalidad y efecto diferente, tienen vida propia.
Hay un dicho popular que dice que “Somos esclavos de nuestras palabras y reos de nuestros silencios”. Las palabras muestran nuestra evolución personal, las cultivamos con nuestras lecturas, nuestra capacidad de escuchar y ver. Las palabras tienen tanto poder que siempre ha habido profesiones ligadas a ellas como los juglares, cuentacuentos, canta-autores, poetas, escritores, oradores, demagogos, políticos, filólogos, interpretes, traductores, actores, comediantes, periodistas, locutores, humoristas o monologuistas.
Cómo utilizar el poder de la palabra
Los filósofos coinciden en que “somos lo que pensamos; porque somos las palabras que pronunciamos en el silencio de nuestra intimidad”. Lo mejor siempre es utilizar el poder de la palabra de forma constructiva. Los pensamientos positivos construyen realidades positivas y los negativos nos traerán realidades negativas. Si nos levantamos cantando con alegría y con la autoestima del pensamiento positivo, será más fácil que realmente llegue a ser un gran día. En cambio, si comenzamos quejándonos de todos y todo nos parece mal, es muy probable que no levantemos cabeza en toda la jornada.
La mayoría de las terapias de grupo o sesiones de auto-ayuda se centran en frases estimulantes para superar el estresante mundo social que solemos vivir. Nuestra sociedad está llena de auto exigencias, ser competitivos, a veces sin corazón, solitarios y con un ritmo acelerado. Esto lo podemos combatir practicando deporte y con palabras que nos levanten el ánimo.
Todos necesitamos cada día compartir buenos deseos, buenas palabras. Empezando con el sonido del despertador, la taza del desayuno o el fondo de escritorio de nuestro ordenador. Sin duda las palabras construyen la magia de nuestra realidad diaria.
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El poder de las palabras en psicología
Hay palabras que psicológicamente aportan mucho, por ejemplo el término enriquecer, sumar, solucionar, crecer o excepcional siempre aportan algo positivo. Siempre es bueno quitar importancia a los errores y centrarnos en las soluciones, en aprender de lo mal hecho. Intenta apartar de tu vocabulario palabras como fracaso, problema, lucha, amenaza, destruir, queja.
La palabra respeto también debería estar en el vocabulario de todos. No siempre estaremos de acuerdo en todo con los demás, conviene evitar menospreciar a los demás por sus ideas, propuestas, lo inteligente es valorarlas y aceptarlas. No te olvides de elogiar, haz saber lo que te gusta y agradéceselo a los que te rodean. Responsabilidad, no te centres en el victimismo, quejas hacia otros, aporta tu granito de arena y no agraves el problema. Convierte las ordenes en una pregunta, en lugar de “tienes que hacer esto” puedes decir “¿qué te parece si ahora hacemos..?”.
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