El objetivo primordial de la primera parte de esta obra a la que, no como fruto de la mera casualidad, he decidido llamar “el puente de la atención”, es el de ofrecer al lector una serie de directrices cuyo seguimiento habrá de conducirlo no ya solamente a razonar, sino, mucho más importante todavía, a constatar mediante su propia experiencia directa, cómo los seres humanos, a través de la sola conferencia de nuestra atención, transferimos de unos a otros nuestra energía vital.
Por mucho que nuestros condicionamientos educacional-racionales nos impidan reconocerlo e incluso induzcan a creer lo contrario, todos los seres humanos percibimos a todo lo largo de nuestras vidas tanto los que son nuestros propios cuerpos o campos energéticos, como la forma en la que estos últimos, a través de la conferencia de la atención, se interrelacionan con los cuerpos o campos energéticos que a su vez les son propios a los restantes elementos que conforman el mundo que nos rodea.
Ahora bien, de ser esto cierto, cabría preguntarse, pues, por qué entonces la inmensísima mayoría de los seres humanos nacemos, crecemos, nos reproducimos, e incluso terminamos por exhalar nuestro último aliento, sin llegar a tener nunca el menor atisbo consciente lo suficientemente nítido como para poder alcanzar la seguridad de haber percibido la existencia de nuestros respectivos cuerpos energéticos.
. .Simple y llanamente, porque aquello que percibimos y aquellos que somos conscientes de percibir, no tiene porqué ir siempre cogido de la mano. Y, sino, que se lo pregunten, por ejemplo, a aquellas personas que, pese a vivir junto a un campanario, ni tan siquiera son capaces de advertir conscientemente en quién sabe cuantas ocasiones al día, el que es el ensordecedor ruido de las campanadas dando las horas. O a aquellas otras personas que viven en edificios adyacentes a grandes avenidas, e igualmente se mantienen la mayor parte del tiempo ajenas al que, en estos últimos casos, es el incesante sonido del tráfico al circular.
. .¿Acaso es que por alguna misteriosa razón, a los oídos de estos individuos, no llega ninguna de las percepciones sonoras referidas?
. .En absoluto; lo único que sucede es que se acostumbran lo suficientemente a ellas como para terminar manteniéndose ajenas en aquellos momentos en los que su atención se haya lo bastante concentrada en cualquier otra cosa.
. .Así que, en definitiva, no debemos caer en el error de continuar pensando que somos capaces de reconocer conscientemente todas nuestras percepciones.
. .En resumidas cuentas: si ya en muchas más ocasiones de las que nos creemos, se dan casos en los que nuestra percepción y conciencia quedan completamente desligadas la una de la otra, cuando de lo que se trata es de advertir conscientemente percepciones que fuimos perfectamente educados para reconocer y racionalizar, en modo alguno ha de extrañarnos que tengamos serias dificultades para hacer lo propio con otros tipos de percepciones, aun por encima, mucho más sutiles, como lo son aquellas que se asocian a la percepción de los flujos de energía vital que conforman nuestros cuerpos energéticos.
. .Si bien esto último, no significa que no podamos hacer conscientes nuestras percepciones, llamémoslas, energéticas. Lo creamos o no, lo único que necesitamos hacer para comenzar a llevarlas a la luz de nuestras conciencias, será comenzar a observar las diferentes sensaciones que acompañan a los continuos altibajos que todos nosotros sufrimos en nuestra lívido, dependiendo del grado de atención que le conferimos a las personas que nos rodean, y del que estas últimas nos confieren a nosotros. Unas sensaciones cuyo reconocimiento habrá en todos los casos de conducirnos tanto hacia la toma de conciencia de nuestros propios cuerpos energéticos, como a la de la forma en la que estos últimos se interrelacionan, vuelvo a insistir en ello, vía atencional, con los de aquellas personas que nos rodean. Pues mediante el reconocimiento de estas sensaciones, constataremos cómo los niveles de energía que conforman nuestros cuerpos energéticos menguarán cuando seamos nosotros quienes confiramos a otras personas nuestra atención, y cómo por el contrario, incrementarán cuando sean estas últimas las que nos confieran la suya..
El segundo pero no por ello menos importante de los objetivos que persigue la creación de esta obra, es el de ayudar al lector a caer en la cuenta de cómo los seres humanos, desarrollamos a lo largo de nuestras vidas un sinnúmero de formas de reclamo atencional cuya índole deberá ser considerada vampírica, debido a que lo que verdaderamente nos impele a manifestarlas, no es sino nuestra búsqueda instintiva ––y, por ende, subconsciente–– del placer que obtenemos al convertirnos en los receptores de las transferencias energéticas que, mediante la conferencia de su atención, nuestros semejantes realizan sobre nosotros, a costa de la que, consecuentemente, es la mengua de sus respectivos niveles de energía.
. .Solo entonces nos hallaremos en disposición de aprender a proteger de un modo plenamente consciente nuestra energía de la de quienes nos rodean, así como a la de estos últimos de la nuestra.
. .No obstante, será a lo largo de la segunda parte de esta obra, “vampirismo energético en las relaciones humanas”, cuando ahondaremos mucho más profundamente en el fenómeno del vampirismo, el cual no nos instiga a la mera depredación de la energía vital que los unos transferimos sobre los otros mediante la sola conferencia de nuestra atención, sino, también, a la de la energía sentimental y afectiva que condimenta a esta primera a través de los procesos de comparación que nuestra capacidad de raciocinio nos empuja a realizar respecto a nuestros semejantes en la inmensísima mayoría de los casos en los que interaccionamos atencionalmente con ellos. Circunstancia que, a modo de aperitivo de lo que todavía está por venir, comenzará a ilustrarse en el último de los capítulos de esta primera parte de “el puente de la atención”.
Por último solo añadir que, “el puente de la atención”, no tardará en convertirse también, en el puente que empujará a la humanidad, una vez ésta comprenda y experimente cómo sus procesos psicológicos se hallan en el fondo determinados por los energéticos, a considerar seriamente la posibilidad de terminar confiriendo el nombre de “psicoenergilogía”, a la ciencia todavía a día de hoy denominada como “psicología”.