Incesablemente circulan los pensamientos por nuestra cabeza y nos cautivan. Pero en realidad somos mucho más que este lío mental.
A la mayoría de nosotros nos cuesta mucho vivir plenamente el momento presente, porque estamos ocupados mentalmente de otras cosas. Aunque la situación externa es agradable, somos capaces de preocuparnos de algo.
Mirándolo bien, nuestra mente es un regalo maravilloso, que nos ayuda a manejar nuestra vida, el trabajo y los problemas. Desafortunadamente, en la mayoría de los casos la mente lleva una vida propia descontrolada y está activa también en situaciones en las que no la necesitamos para nada. Cuando queremos dormir, nos puede atormentar durante horas de la noche. O cuando algo no nos ha salido bien, nos da la lata con : “ Si hubieras pero…”
En realidad no somos nuestros pensamientos, sino mucho más. Somos la alegría encantadora, que surge cuando nos entregamos -como niños pequeños – plenamente al momento presente. Esta alegría de vivir, que no podemos explicar bien , surge cuando nos dejamos llevar por lo que está pasando en este momento, sin pensar en nada más. Es lo que llamamos “flow”(1) En el momento presente somos nuestro corazón abierto, cariñoso, que es capaz de aceptar todo, a nosotros mismos con nuestros defectos y debilidades, y también a los demás. Somos la fuerza interna y la calma, que en situaciones muy adversas nos hacen arreglárselas. En nuestro interior hay paz y nos sentimos unidos con todo el mundo si estamos en el momento presente. En estos momentos la vida nos parece muy ligera y fácil de llevar, aunque la situación externa no haya cambiado para nada. El tiempo fluye y sentimos nuestra viveza y creatividad. Nos sentimos conectados con otra dimensión. A veces son solo momentos, minutos en los que nos sentimos así. Pero todos conocemos estas sensaciones. Las anhelamos, pero a menudo no las percibimos, porque están acalladas por el parloteo mental. El ruido mental en nuestra cabeza puede ser tan fuerte que ya no sabemos qué sensaciones gratificantes dormiten en nosotros, y cómo sea una vida favorable. Entonces hemos perdido el contacto con nuestro Ser interior o con Dios .
Cuando observamos a los niños pequeños, nos dan una idea de qué pasaría cuando en nuestra cabeza el ruido mental se calmase. Los niños viven en el momento presente, no en el ayer, ni en el mañana. No tienen prácticamente juicios sobre si mismos ni sobre su entorno. Están mucho más abiertos y receptivos que los adultos. Y por eso más capaces de disfrutar de las pequeñas cosas del momento presente.
La práctica de meditación y contemplación de la naturaleza son un buen entreno de la atención plena en el momento presente. En esta vida tan acelerada y ruidosa necesitamos el silencio, la calma y la lentitud para equilibrarnos, para volver a conectar con lo que realmente somos, para que no solo funcionemos.
Observemos a los niños pequeños y a los animales, porque su energía del simple ser es contagiosa. Y a lo mejor podemos vivir nuestro día a día con más tranquilidad y más alegría, dejando las preocupaciones y ocupándonos más con lo positivo, lo bonito y favorable de cada momento.
Y vivamos nuestra vida, aunque sea dura y complicada en este momento, de la mejor manera, esforzándonos cada día a hacerla más agradable para todos, con una sonrisa para la dependienta o el cartero, con una palabra solidaria para la vecina, con comprensión y cariño para nuestros familiares y amigos. Y seamos cariñosos y tolerantes también con nosotros mismos. La fuerza para esta actitud sacamos de los momentos tranquilos, silenciosos y de contacto con nuestro interior. La meditación ya no es una práctica exótica para unos esotéricos, sino un remedio casero para una vida feliz.
La vida es una cadena de momentos presentes. Si nos dedicamos a los momentos presentes y los llenamos con una cariñosa atención, a la larga llenamos nuestra vida de alegría y gozo simples y puros.
(1) Concepto desarrollado por el psicólogo Mihalyi Cskszentmihalyi es el estado de ánimo en que la persona se encuentra totalmente absorta en una actividad para su propio placer y disfrute. Durante el Flow la persona tiene total control de la energía psíquica y la utiliza para hacer frente a sus retos, apelando a sus propios pensamientos. Flow es fluir, olvidar las preocupaciones y haciendo en el aquí y el ahora.