Ha llegado la hora de formular en voz alta y dar respuesta a una pregunta que, con toda seguridad, muchos de los lectores de esta obra, ya habrán tenido ocasión de plantearse:
¿Existen personas que, a sabiendas de que la energía vital viaja a través de la atención, se dedican a reclamar consciente y premeditadamente la atención de otras personas con el objeto de drenar su energía?
Es decir: ¿se dan casos de personas que practican el vampirismo energético de una forma plenamente consciente?
La respuesta a esta pregunta es que sí, que los vampiros energéticos conscientes sí existen.
¿Existen personas que, a sabiendas de que la energía vital viaja a través de la atención, se dedican a reclamar consciente y premeditadamente la atención de otras personas con el objeto de drenar su energía?
Es decir: ¿se dan casos de personas que practican el vampirismo energético de una forma plenamente consciente?
La respuesta a esta pregunta es que sí, que los vampiros energéticos conscientes sí existen.
Yo mismo puedo dar fe de haber reconocido a lo largo de mi vida a cuatro de estos, tal y como ahora en seguida veremos, tan particulares especímenes de la raza humana. Por lo que deduzco que, aun sin haber sido capaces de advertirlo todavía, la inmensa mayoría de nosotros habremos conocido e incluso mantenido algún tipo de vínculo más o menos fuerte con alguno de ellos, y que, consecuentemente, también habremos sufrido en más de una ocasión en carne ––o más bien, en energía–– propia, las consecuencias de su no menos premeditado que absorbente influjo atencioenergético.
Si bien cabe ahora reseñar, que, ciertamente, las individuos que practican el vampirismo puramente energético ––no así el afectivo-sentimental–– de forma consciente, son muy pero que muy escasos debido a que, ya de por sí, somos muy pocos de entre nosotros los que hemos alcanzado la experiencia consciente de que los seres humanos transferimos nuestra energía vital sobre aquellos otros a los que conferimos nuestra atención, y a que, afortunadamente, no todos los que hemos llegado a hacerlo, decidimos aprovecharnos de la que, a este mismo respecto, es la más que absoluta ignorancia de nuestros semejantes. De tal manera que en ningún caso debemos caer en el error de instaurar en nuestras mentes un estado de alerta o psicosis paranoica de índole vampírica consciente; más aun teniendo en cuenta que, en contra de todo lo que podamos llegar a pensarnos, el caer bajo el absorbente influjo de un vampiro de estas características, muy difícilmente habrá de resultar a nadie una experiencia desagradable, sino, más bien, todo lo contrario. Seguramente a casi todos nosotros, la sola idea de imaginarnos a un ser humano optando por chupar su energía vital a otro de forma premeditada, nos resulte monstruosa. No obstante, los vampiros energéticos conscientes tienen para sus inconscientes víctimas muy poco de monstruoso, y en cambio, mucho de seductor; ya que tal y como iremos viendo a lo largo de este capítulo, aquello que cualquier vampiro energético consciente medianamente inteligente consigue inspirar o hacer sentir a quienes caen en sus redes ––mientras que, huelga decir, les drenan su energía vital–– es, ante todo, una cautivadora fascinación. Y es que nadie mejor que los vampiros energéticos conscientes, saben que las transferencias energéticas que sus víctimas realizan sobre ellos al conferirles su atención, no solo se conforman de la energía vital de estas últimas, sino que también se hallan condimentadas con aquellos de entre los sentimientos que las mismas llegan a desarrollar durante los procesos de transferencia atencioenergética correspondientes.
Los vampiros energéticos conscientes, saben de muy buena tinta que la calidad de la energía que lleguen a absorber de sus víctimas, es mucho más importante que la cantidad. Por tanto, como la calidad ––o el sabor–– de la energía que una persona transfiere sobre otra, no depende del cuánto, sino del cómo la última reclama la atención de la primera, llegado el momento de la verdad, los vampiros energéticos conscientes ––o cuanto menos los, vuelvo a insistir en ello, medianamente inteligentes––, optarán siempre por capturar la atención de sus víctimas ayudándolas a pasar un buen rato en su compañía; tal y como podrían hacer, por ejemplo, haciéndolas reír; narrándoles interesantes anécdotas de sus vida; o seduciéndolas para, de una forma u otra, inspirarles la idea de que se hallan frente a personas de una índole superior sobre las que, consecuentemente, terminarán por transferir su admiración ––o sentimientos de superioridad correspondientes––.
Y es que… ¿De qué le serviría a uno de estos especímenes el capturar muy intensamente la atención de una de sus víctimas, por ejemplo, poniéndose pesado o intimidándola si, con ello, aun consiguiendo que ésta le transfiriera una gran cantidad de energía vital, conseguiría también que dicha energía llegase hasta él plagada de sentimientos de hastío o temores, respectivamente?
Pues, como ha de resultar evidente, para sufrir una indigestión energético-sentimental.
Y esto no es lo que nadie querría para sí, a no ser que fuese un estúpido, o un sadomasoquista.
De igual forma que, cuando un individuo se prepara algo de comer, se esmera porque el plato le salga lo más sabroso posible, cuando un vampiro energético captura la atención de sus víctimas con la intención de alimentarse de su energía vital, hace todo lo que está en sus manos para conseguir que la energía que le sea transferida sepa lo mejor posible y, consecuentemente, le inspire sensaciones harto agradables. Dicho todo esto, podemos, pues, llegar a la conclusión, de que la línea que separa a los “showmen”, de los vampiros energéticos conscientes, es, en definitiva, muy delgada. Lo único que diferencia a los unos de los otros, es que así como los primeros se acostumbran a capturar la atención de sus víctimas sin llegar a saber porqué lo hacen realmente, los segundos sí lo saben. Y, por supuesto, esta diferencia es la que concede a los vampiros energéticos conscientes, la nada desdeñable posibilidad de prepararse el terreno adecuadamente para sus, llamémoslas, sesiones vampíricas; es decir, teniendo en cuenta hasta el último detalle que pueda ayudarles a sacar el mayor partido posible de la energía de sus víctimas. Como ya adelanté al comienzo de este capítulo, yo mismo he conocido a, cuanto menos, cuatro vampiros energéticos conscientes a lo largo de mi vida. Y, por lo que pude comprobar, casi todos ellos ––concretamente, tres de los mismos–– tenían el que, esencialmente, era un mismo modus operandi a la hora de acorralar atencioenergéticamente a sus víctimas. A continuación, someteremos dicho modus operandi a estudio, no solo para poder facilitarnos la posibilidad de llegar a reconocer a estos individuos cuando nos topemos con ellos, sino, mucho más importante todavía, para continuar comprendiendo las muchas variantes que entran en juego en lo que al submundo de las transferencias atencioenergéticas se refiere. Continuará…
Si bien cabe ahora reseñar, que, ciertamente, las individuos que practican el vampirismo puramente energético ––no así el afectivo-sentimental–– de forma consciente, son muy pero que muy escasos debido a que, ya de por sí, somos muy pocos de entre nosotros los que hemos alcanzado la experiencia consciente de que los seres humanos transferimos nuestra energía vital sobre aquellos otros a los que conferimos nuestra atención, y a que, afortunadamente, no todos los que hemos llegado a hacerlo, decidimos aprovecharnos de la que, a este mismo respecto, es la más que absoluta ignorancia de nuestros semejantes. De tal manera que en ningún caso debemos caer en el error de instaurar en nuestras mentes un estado de alerta o psicosis paranoica de índole vampírica consciente; más aun teniendo en cuenta que, en contra de todo lo que podamos llegar a pensarnos, el caer bajo el absorbente influjo de un vampiro de estas características, muy difícilmente habrá de resultar a nadie una experiencia desagradable, sino, más bien, todo lo contrario. Seguramente a casi todos nosotros, la sola idea de imaginarnos a un ser humano optando por chupar su energía vital a otro de forma premeditada, nos resulte monstruosa. No obstante, los vampiros energéticos conscientes tienen para sus inconscientes víctimas muy poco de monstruoso, y en cambio, mucho de seductor; ya que tal y como iremos viendo a lo largo de este capítulo, aquello que cualquier vampiro energético consciente medianamente inteligente consigue inspirar o hacer sentir a quienes caen en sus redes ––mientras que, huelga decir, les drenan su energía vital–– es, ante todo, una cautivadora fascinación. Y es que nadie mejor que los vampiros energéticos conscientes, saben que las transferencias energéticas que sus víctimas realizan sobre ellos al conferirles su atención, no solo se conforman de la energía vital de estas últimas, sino que también se hallan condimentadas con aquellos de entre los sentimientos que las mismas llegan a desarrollar durante los procesos de transferencia atencioenergética correspondientes.
Los vampiros energéticos conscientes, saben de muy buena tinta que la calidad de la energía que lleguen a absorber de sus víctimas, es mucho más importante que la cantidad. Por tanto, como la calidad ––o el sabor–– de la energía que una persona transfiere sobre otra, no depende del cuánto, sino del cómo la última reclama la atención de la primera, llegado el momento de la verdad, los vampiros energéticos conscientes ––o cuanto menos los, vuelvo a insistir en ello, medianamente inteligentes––, optarán siempre por capturar la atención de sus víctimas ayudándolas a pasar un buen rato en su compañía; tal y como podrían hacer, por ejemplo, haciéndolas reír; narrándoles interesantes anécdotas de sus vida; o seduciéndolas para, de una forma u otra, inspirarles la idea de que se hallan frente a personas de una índole superior sobre las que, consecuentemente, terminarán por transferir su admiración ––o sentimientos de superioridad correspondientes––.
Y es que… ¿De qué le serviría a uno de estos especímenes el capturar muy intensamente la atención de una de sus víctimas, por ejemplo, poniéndose pesado o intimidándola si, con ello, aun consiguiendo que ésta le transfiriera una gran cantidad de energía vital, conseguiría también que dicha energía llegase hasta él plagada de sentimientos de hastío o temores, respectivamente?
Pues, como ha de resultar evidente, para sufrir una indigestión energético-sentimental.
Y esto no es lo que nadie querría para sí, a no ser que fuese un estúpido, o un sadomasoquista.
De igual forma que, cuando un individuo se prepara algo de comer, se esmera porque el plato le salga lo más sabroso posible, cuando un vampiro energético captura la atención de sus víctimas con la intención de alimentarse de su energía vital, hace todo lo que está en sus manos para conseguir que la energía que le sea transferida sepa lo mejor posible y, consecuentemente, le inspire sensaciones harto agradables. Dicho todo esto, podemos, pues, llegar a la conclusión, de que la línea que separa a los “showmen”, de los vampiros energéticos conscientes, es, en definitiva, muy delgada. Lo único que diferencia a los unos de los otros, es que así como los primeros se acostumbran a capturar la atención de sus víctimas sin llegar a saber porqué lo hacen realmente, los segundos sí lo saben. Y, por supuesto, esta diferencia es la que concede a los vampiros energéticos conscientes, la nada desdeñable posibilidad de prepararse el terreno adecuadamente para sus, llamémoslas, sesiones vampíricas; es decir, teniendo en cuenta hasta el último detalle que pueda ayudarles a sacar el mayor partido posible de la energía de sus víctimas. Como ya adelanté al comienzo de este capítulo, yo mismo he conocido a, cuanto menos, cuatro vampiros energéticos conscientes a lo largo de mi vida. Y, por lo que pude comprobar, casi todos ellos ––concretamente, tres de los mismos–– tenían el que, esencialmente, era un mismo modus operandi a la hora de acorralar atencioenergéticamente a sus víctimas. A continuación, someteremos dicho modus operandi a estudio, no solo para poder facilitarnos la posibilidad de llegar a reconocer a estos individuos cuando nos topemos con ellos, sino, mucho más importante todavía, para continuar comprendiendo las muchas variantes que entran en juego en lo que al submundo de las transferencias atencioenergéticas se refiere. Continuará…