En estos tiempos de grandes eventos mundiales sobre el clima o el desarrollo sostenible, titulares diarios en medios de comunicación nacionales e internacionales sobre emergencia climática y catástrofes ambientales, declaraciones alarmistas o “negacionistas” de líderes mundiales sobre el estado de nuestro planeta… y gracias a la oportunidad que brinda esta publicación, trataré en esta serie de artículos de acercar a lo local y casi a lo personal estos conceptos que nos afectan en el día a día y que, sobretodo, afectarán a las generaciones venideras.

¿Qué tal si empezamos a “sudar” con el cambio climático, si sabemos qué pasa con lo que tiramos a los contenedores, si entendemos por qué están “r” que “r” insistiendo en “las 3 o 4 erres”, si conocemos la realidad del problema del agua, si realmente nos afecta la contaminación del aire, si nos molestan los ruidos…? ¿Sabemos de qué nos hablan cuando escuchamos o leemos intervenciones sobre economía del bien común o economía circular? ¿Realmente nos importa/afecta todo esto?

Empezando por un concepto que, probablemente hemos oído alguna vez y que suena bien pero no parece que nos preocupe demasiado, ¿hablamos de desarrollo sostenible?

¿O más bien S.O.S. TENIBLE?

   Fte. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

El informe “Nuestro futuro común” de 1987 de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo define el desarrollo sostenible como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Entiendo que, a la vista de esta definición, todo el mundo estará de acuerdo con ella y sería fácil ponerse a trabajar para lograr este objetivo. Sin embargo, la sostenibilidad en la actualidad se encuentra necesitada de socorro. Para muestra un botón, tres titulares de hace relativamente poco de los tres periódicos generalistas más leídos en España:

  • El País: “Los incendios en la Amazonia derriten los glaciares andinos. El hollín de los fuegos aumenta la radiación solar absorbida por el hielo favoreciendo su fusión”.
  • El Mundo: “El Planeta ha vuelto a batir un récord. Los gases de efecto invernadero han alcanzado un máximo histórico: 407,8 partes por millón según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial. Hacía tres millones de años que la concentración de CO2 en la atmósfera no era tan alta”.
  • La Vanguardia: “El Parlamento Europeo declara la emergencia climática y ambiental. A unos días del COP25 de Madrid, Europa se ha convertido en el primer continente en dar el paso”.
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Estas citas las podríamos encontrar prácticamente todos los días en los medios de comunicación. A pesar de ello, una gran mayoría de gente no percibe esta situación como una amenaza. Seguramente por diversos motivos: no nos afecta a “corto” plazo, no nos afecta directamente, nuestro día a día tiene otras prioridades…la cruda realidad es diferente.

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Primero porque la sostenibilidad no tiene una visión desde una perspectiva exclusivamente ambientalista y las vertientes económicas y sociales son muy importantes. Nadie duda de la transcendencia de la sostenibilidad de las prestaciones sociales o de las pensiones, de la necesidad de un crecimiento sostenible de la economía mundial para poder mantener niveles de bienestar social, de la lacra que la pobreza supone para determinados países, o de la importancia de la igualdad social en las sociedades actuales…¿o si hay dudas sobre esto?

Segundo porque no es cierto, en cuanto a las cuestiones ambientales, que no nos afecten. Tenemos vertederos colmatados que nos cuestan ingentes cantidades de dinero cuando si las personas colaboráramos en reducir, reutilizar y reciclar, obtendríamos materias primas como abonos o nuevos productos que producirían beneficios económicos. Estamos pagando unas facturas desorbitadas de luz y produciendo energía de fuentes no renovables cuando podríamos abastecernos de energía fotovoltaica de autoconsumo, reduciendo ostensiblemente nuestra factura y colaborando en la sostenibilidad del sistema eléctrico. Abusamos del turismo depredador del territorio y de recursos en vez de cuidar el ecoturismo que mantiene ecosistemas y es un sustento para la economía rural. Podemos desplazarnos caminando o en bici o compartiendo coche y ahorraríamos dinero, contaminación y, en los dos primeros casos, tendríamos beneficios en nuestra salud. Sólo plantando un árbol (o dos) por cada uno que se tala o quema, nunca dejaríamos de tener bosques.

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Y el petróleo se acaba, y la desertificación se acelera con la deforestación, y el nivel del agua del mar aumenta y las economías emergentes se revelan contra el abuso del “primer” mundo (China ya ha dejado de ser el vertedero de Europa y esto ha supuesto un enorme crecimiento de los costes de gestión de los residuos y ya veremos que pasa cuando otros países sigan su ejemplo). ¿Sabéis que aproximadamente un 20-25% del presupuesto de vuestros ayuntamientos se dedica a la gestión de residuos, limpieza y aguas residuales? ¿Sabéis lo que supondría, si se hicieran bien las cosas, gastar ese dinero en bienestar social, educación, parques y jardines, etc.?

Un libro interesante: Ecoturismo: Hacía una gestión sostenible

De todas estas cosas hablaremos en próximos artículos e intentaremos dar una visión cercana para, al menos, intentar crear debate o estimular la curiosidad en todos estos aspectos del medio ambiente y la sostenibilidad.

Ah, y mal que les pese, aunque la acusen de ser un producto de márquetin y de títere del corporativismo verde, ¡bien por Greta Thunberg!, necesitamos muchas más como ella para empezar a ser SOSTENIBLES y evitar llegar a una situación in S.O.S. TENIBLE de nuestro planeta.

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Ingeniero Agrícola y del Medio Rural por la Universidad de Valladolid. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad Politécnica de Valencia. Licenciado en Biología por la Universidad de Valencia. Jefe Sección Medio Ambiente Ajuntament Torrent. Anteriormente Técnico/docente en medio ambiente en Ajuntament Aielo de Malferit. Profesor medio ambiente en Ajuntament de Sagunt

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