Quizás no seamos aún conscientes de la importancia de la selva, pero salvar el Amazonas es una urgencia. Constituye un pulmón del planeta con unos hábitats únicos con especies animales que solo pueden vivir allí. Supone la mayor selva tropical del mundo, y juega un papel fundamental en el clima mundial. Es, además, hogar de muchos pueblos indígenas y comunidades tradicionales.
Esta selva se encuentra ahora ante el mayor ataque de su historia. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y su Gobierno tienen la intención de sacrificar el Amazonas y su biodiversidad. Quieren hacer negocio, explotarlo, deforestarlo e incendiarlo para beneficiar a las industrias ganaderas, madereras, mineras y agrícolas.
El problema del Amazonas
Brasil es el país que alberga la mayor parte de la selva amazónica, pero la deforestación y la degradación forestal es un problema crónico. Hay que frenar la expansión de la frontera agrícola para el cultivo de soja y la creación de pastos para la ganadería. Por otra parte, existe una explotación forestal industrial, que abre el camino a la destrucción mediante el fuego. Los grandes proyectos hidroeléctricos amenazan todos los valiosos ríos de la cuenca amazónica, como el complejo de presas proyectadas en la cuenca del río Tapajos, hogar de la tribu Mundurukú.
La expansión del cultivo de soja en Brasil se debe en gran medida a la demanda internacional de piensos. La ganadería industrial necesita alimentar a los pollos, cerdos, vacas, etc. que forman parte de nuestra dieta de origen animal. Tenemos que concienciarnos de la necesidad de salvar el Amazonas.
También hay empresas eléctricas y empresas aseguradoras que hacen negocios con estos proyectos destructivos. Por ejemplo, el mercado de madera tropical tiene una gran responsabilidad. La demanda de maderas valiosas, como el ipé, alimenta el fraude y la corrupción en el sector forestal. Contribuyen a la destrucción de la Amazonia y de la invasión de territorios indígenas o el trabajo esclavo.
Para salvar el Amazonas es necesario que el Gobierno de Brasil se comprometa a implantar una política de cero deforestación. Cumplir sus compromisos internacionales en materia de medio ambiente y derechos de los pueblos indígenas.
La ciudadanía debemos adoptar estilos de vida y consumo sostenibles. Evitando el consumo innecesario, el derroche de recursos y realizando una compra consciente. Es necesario adoptar una dieta baja en proteína animal donde predominen los alimentos de origen vegetal, ecológicos y locales. Tenemos que consumir menos carne y de mejor calidad. Desechar los productos procedentes de los sistemas intensivos y apoyar la ganadería local en régimen extensivo y ecológico.
Los países de la UE deben hacer cumplir el Reglamento EUTR, que impide la entrada en Europa de productos forestales procedentes de la destrucción de los bosques. La Unión Europea debe poner en marcha su plan contra la deforestación. Evitar el comercio de materias primas como soja, carne, aceite de palma, madera o papel que procedan de la deforestación.
Por último, las administraciones, a través de la contratación pública, deben priorizar productos que no destruyan los montes.
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