Hace 16 años que tomé contacto con el yoga y la meditación. Años después ya practicando habitualmente, recuerdo especialmente un día en un curso de liderazgo en el que la profesora nos pidió que escribiéramos qué es lo que haríamos si nos dijesen que un meteorito iba a chocar contra la tierra en 24h y que todo quedaría destruido, seres humanos incluidos. Yo escribí algo así como reunirme con mi familia y meditar, la profesora me dijo, “pero cómo que meditar… ¿qué quieres decir, ponerte a reflexionar?. En aquella época te miraban como un marciano si decías que practicabas meditación, ni siquiera se hablaba en la calle del término “mindfulness” que tan de moda está ahora.



¿Qué ha provocado que haya tanto interés social, se escriba tanto, se esté introduciendo en colegios, en empresas y haya hasta mucha gente tratando de sacar tajada a esta moda?
Creo que es debido a que en la sociedad occidental se está produciendo un desequilibrio demasiado alto y estamos llegando a umbrales de sufrimiento en los que las personas empiezan a plantearse hacer cosas diferentes porque el nivel de malestar es demasiado alto y algo hay que hacer para tratar de restablecer cierto equilibrio y serenidad en nuestras vidas.
También creo que cada vez hay más personas conscientes de su vida, que quizá perciben que algo no está bien aunque aparentemente tengan lo necesario para vivir felizmente, también hay personas que son diagnosticadas de ansiedad, trastornos nerviosos, insomnio y que no se resignan a tomar pastillas tratando de camuflar sus síntomas, quieren ir a la raíz.
Estamos bombardeados de información, la tecnología hace que puedas estar “conectado” todo el tiempo, recibiendo información de todo tipo, además debemos ser “multitarea”, vivimos mucho tiempo en lo que ocurre fuera de nosotros, pero dedicamos muy poco a escucharnos, sentirnos, pasar un tiempo en intimidad con nosotros mismos para evaluar cómo estamos y ser conscientes de qué nos estamos diciendo.



Mindfulness es el término que los anglosajones utilizaron cuando la India era una colonia inglesa para traducir la palabra en palí “sati” o “smirti” en sanscrito. En castellano podríamos traducirla como “atención plena” y ¿qué es o qué significa practicar la atención plena?, pues una posible definición sería poner nuestra atención en la totalidad de nuestra experiencia aquí y ahora. ¿Y a qué prestamos atención?, pues al estado corporal, a la respiración, a las sensaciones, las emociones, los contenidos mentales y el entorno. Parece fácil, ¿verdad?, en realidad lo es, pero suele pasar en nuestras ajetreadas vidas que muy pocas veces estamos con toda nuestra atención en el aquí y ahora. Lo que suele ocurrir es que tenemos cientos, miles de pensamientos concatenados que focalizan toda nuestra atención. La mente discursiva elabora contenidos sin parar pues esa es su función, así que meditar o practicar la atención plena no es luchar con la mente para “dejarla en blanco”, como mucha gente piensa, pues esa es una batalla perdida de antemano.
En este auge del mindfulness en occidente, que se inició en EEUU con los estudios de Jon Kabat Zinn allá por el año 1979, cuando fundó la Clínica de Reducción de Stress y su famoso programa MBSR (Mindfulness-based Stress Reduction), muchos estudios se han realizado y se ha comprobado que meditar proporciona beneficios a quien lo practica habitualmente. Este último término es muy importante, para que funcione hay que integrar la práctica en nuestras rutinas diarias. Hacer un curso de fin de semana de mindfulness o practicarlo unas horas en un taller no es una píldora mágica que va a resolver nuestros problemas y va a producirnos el ansiado bienestar. Más bien será gracias a la constancia y a los avances y retrocesos que se experimentan con la práctica regular que empezaremos a apreciar los cambios.
¿Qué cambios se pueden experimentar cuando se practica regularmente mindfulness?
Uno de los primeros cambios es que empiezas a tener una mayor compasión por ti mismo. Solemos ser muy compasivos con un amigo/a que lo está pasando mal y viene a nosotros en busca de consuelo, pero nos tratamos con dureza y enorme critica a nosotros mismos cuando no estamos a la altura de nuestras expectativas o algo no nos está yendo bien. Con la práctica de la meditación vamos a sentir la autocompasión como un bálsamo en el que encontraremos la fortaleza y los recursos para superar el bache.
Otro de los cambios es que empiezas a observar lo que acontece a tu alrededor con curiosidad y lo saboreas. La comida empieza a tener un mayor sabor, puedes deleitarte más con tu plato favorito, apreciar mejor los aromas independientemente si te resultan agradables o no. Tomas mayor conciencia de los estímulos sensoriales, te das cuenta que una caricia es mucho más que un roce. Esto ocurre gracias a que nos entrenamos en focalizar la atención a voluntad, en cada momento elegimos donde ponemos el foco de la atención y observamos que aparece en nuestro campo de experiencia.
Un efecto colateral es que la persona que medita transmite una mayor tranquilidad, porque ella misma está en calma. Interiormente ha dejado de tener un torbellino de pensamientos desordenados, aleatorios que van dirigiendo sus acciones o palabras. Aunque su mente sigue generando pensamientos, pues esa es su función, la persona que medita ha aprendido a observarlos con ecuanimidad y no dejarse arrastrar por ellos.
Meditar también nos enseña a conocernos mejor, a aceptar que la vida tiene imperfecciones, que el dolor es consustancial al vivir, al igual que el placer, pero tanto uno como otro tienen un principio y un final, sin embargo el sufrimiento es opcional, podemos recrearnos en el dolor interminablemente, volver una y otra vez a rememorar situaciones, hechos, palabras que nos produzcan aflicción de forma repetitiva. Al meditar haces las paces con tu vida para agradecer los momentos buenos y aceptar con ecuanimidad los momentos no tan buenos y entiendes que todo es temporal, todo es transitorio, la vida es cambio, transformación. Por ello resulta más sencillo centrar tus energías en cambiar aquellas cosas que están bajo tu control y puedes soltar o liberarte de aquellas cosas que no puedes cambiar por estar fuera de tu círculo de influencia.
Estos son algunos de los beneficios que tiene la práctica de mindfulness o atención plena de forma regular, aunque se han descrito otros como mejor concentración, mayor creatividad, memoria, etc… Muchas empresas lo están utilizando para rebajar el estrés de sus empleados y aumentar su productividad, pero hemos de tener cuidado de la verdadera motivación del que decide ponerse a meditar o de quien te anima a que lo hagas (en el caso de iniciativas de empresa), ¿cuál es la intención?, debemos ser honestos al responder o pedir respuesta a esta pregunta.



Con todos estos beneficios, es normal que se haya puesto tan de moda, estamos ávidos de cosas nuevas, sobre todo si le precede tan buena fama, pero no hemos de ser ingenuos, el camino es lento, exige perseverancia y dedicación. Por la experiencia de los cursos que iniciamos en la Escuela de Atención Plena (www.eaplena.es) suele haber un 20% de abandono del curso, no todo el mundo que lo inicia con mayor o menor motivación encuentra el espacio de tiempo y tiene el compromiso necesario para realizar la practica mínima que le llevará a apreciar cambios. Para los que continúan, no hay duda, todos coinciden que el esfuerzo vale la pena.
Si sientes curiosidad puedes consultar los cursos básicos de 5 semanas que se imparten en tu ciudad contactando con los monitores de atención plena certificados para impartir dichos cursos según la metodología de Mindfulness Basado en la Tradición Budista (MBTB). http://eaplena.es/los-ensenantes/. Uno de los principios de la escuela es que está basada en el principio de generosidad y reciprocidad, por ello la enseñanza no tiene un precio establecido, sino que es el participante el que decide dar al enseñante el donativo que considere en función de sus posibilidades.
María Cervera, Monitora atención plena de la EAP, www.eaplena.es