Tras finalizar mi ponencia “Beneficios de la Medicina Integrativa” tuvo lugar el correspondiente turno de preguntas. La última de ellas, más que pregunta fue un comentario de cierta desaprobación, en parte, por lo expuesto en la conferencia además de ciertas intervenciones de otros asistentes.
Quién formulaba tal descontento era un médico que había asistido al reciente Congreso del Bienestar Integral. Cierta o mucha razón no le faltaba, él mismo lo afirmó al comienzo de su intervención en el sentido de sentirse un tanto desplazado.
Créanme que intento ser equilibrado en todas mis intervenciones en el sentido que la realidad tiene varias aristas sin que ello tenga implícito distorsionarla. Sin embargo, ese equilibrio tiende a desplazarse ya que en mi argumentación puedo destacar las debilidades del actual paradigma de la medicina convencional y minimizar sus enormes éxitos.
Afirmaciones que hacen referencia a cierto autoritarismo por parte de los médicos o que la medicina que practican es eminentemente sintomática no sentaron nada bien a quién probablemente sea comunicativo con sus pacientes e intente ir más allá de de paliar determinados síntomas. Cada uno de mis lectores tendrá sus experiencias personales al respecto.
La gota que colmó el vaso fue un ejemplo que conté en la conferencia derivado de una conversación previa con un amigo apiterapeuta. Resulta que una paciente aquejada de una determinada patología autoinmune recurrió libremente a mi amigo a que la “pinchara con abejas” a causa del dolor que padecía. Mi amigo me refirió que la mujer había decidido libremente que inicialmente no tomaría la medicación prescrita por la neuróloga con el objeto de comprobar en su cuerpo hasta donde podía llegar esta desconocida técnica denominada no convencional. Los resultados no se hicieron esperar, la paciente notó una franca mejoría. Posteriormente, tras una revisión con su neuróloga esta decidió repetir una resonancia magnética ya que la evolución de la paciente no se correspondía con lo esperado. Una vez confirmada la mejoría, la médico le comunicó a su paciente que no había dudas, “en contra de lo esperado la enfermedad estaba remitiendo… como consecuencia de los fármacos prescritos”. Aquí es donde viene el problema ya que la paciente confesó a su médico que inicialmente no los había tomado por haber decidido apostar por la apiterapia. La reacción de la neuróloga fue desproporcionada, tachándola de irresponsable por no seguir las pautas prescritas…
En el intenso debate que mantuvimos el médico asistente y yo, ambos coincidimos en la desafortunada intervención de su, o mejor dicho, nuestra colega profesional (ya que ambos estudiamos acerca de la salud de las personas). Sin embargo, nos distanciamos en la interpretación que damos al método científico que avala a las medicinas científicas, alopáticas o convencionales de las tradicionales. Evidentemente, en eso nos llevan ventaja. Sin embargo, siempre reitero que la ausencia de pruebas no lleva implícito el hecho de su no validez; solo indica que hay que realizarlas. ¿A quién le interesa hacerlo? Desde luego que a la neuróloga no. Bien distinto habría sido que esta profesional se hubiese interesado en una técnica tradicional que SI funcionó en su paciente. Probablemente solo le llevase de tiempo un simple café y una pequeña tertulia con mi amigo. Por otra parte, en muchas ocasiones si existe esa validez científica pero lamentablemente no se aplica en el día a día. En otro artículo hablaré de ello.
Evidentemente con esta experiencia no se demuestra que todos los pacientes aquejados de esta patología deban de recurrir a la apiterapia sino que se debe investigar más al respecto. Ello me lleva a insistir en la necesidad de modelos integrados. Estos utilizan las mejores modalidades de tratamiento posible tanto de las medicinas no convencionales como de la medicina actual basándose en las necesidades y el estado de cada paciente. Debe integrar éxitos de los dos ámbitos y se debe ajustar a la persona, utilizando el enfoque más seguro, menos invasivo y más rentable a la vez que incorpore una comprensión integral del individuo.
En un determinado receso del Congreso me acerqué a mi colega profesional y le comenté que debemos estar más unidos, comentario que, en parte, compartió y desde aquí le quiero agradecer.
En definitiva, ¡sumemos! conocimiento y esfuerzo.
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