¿Qué es realmente la intuición? (El puente de la atención. Capítulo 3)
Si acudimos al diccionario en busca del significado del término “intuición”, encontraremos la siguiente definición: “conocimiento directo que no necesita de la intervención del razonamiento”.
Y así es: siempre que percibimos alguna cosa intuitivamente y, ni que decir tiene, advertimos conscientemente dicha percepción, tenemos acceso a alguna forma de conocimiento sin para ello haber necesitado de la intervención del nuestra capacidad de raciocinio.
Ahora bien: ¿Acaso necesitamos de la intervención del razonamiento para saber, cuando estamos observando moverse a una persona, si ésta se acerca o aleja de nosotros? ¿Acaso necesitamos de la intervención del razonamiento para saber si alguien nos está tocando o deja de tocar? ¿Acaso necesitamos de la intervención del razonamiento para saber si una persona está hablando o permanece en silencio?
De ninguna manera: para lo único que en cualquiera de estos casos necesitamos a nuestra capacidad de raciocinio, es para explicarnos a nosotros mismos ––vale decir, para verbalizar–– cualquiera de éstas las que, a fin de cuentas, son nuestras diferentes formas de percepción del mundo. Y es que son un sin número de nuestras percepciones, así éstas sean intuitivas o fisiológicas, las que nos traen consigo muy diferentes formas de conocimiento sin que para ello sea necesaria la intervención del raciocinio.
Por consiguiente, la definición del término “intuición” como “una forma de conocimiento que no necesita de la intervención del razonamiento”, es una de las definiciones más paupérrimas e imprecisas que podremos encontrar en el diccionario; circunstancia que en modo alguno debiera de extrañarnos debido a que, tal y como ya se dijo con anterioridad, la intuición continua siendo un completo misterio para la inmensísima mayoría de nosotros.Ha llegado la hora, pues, de aportar una definición verdaderamente esclarecedora al respecto de qué es la intuición y, ya de paso también, de qué es exactamente lo que esta misma nos permite percibir:La intuición es el sentido u “órgano” sensorial ––o conjunto de los mismos[1]–– perteneciente a nuestro cuerpo energético que, en la forma de sensaciones internas, nos posibilita la percepción tanto de nuestros cuerpos energéticos, como de muchos de entre los flujos de energía que emanan de los mismos o que llegan hasta ellos, respectivamente, hacia o desde otros cuerpos energéticos
De la misma manera que nuestro cuerpo físico posee sus propios órganos sensoriales, conocidos por todos nosotros con los nombres de vista, oído, olfato, tacto y gusto, nuestro cuerpo energético también posee su propio “órgano” sensorial, que es el de la intuición. De la misma manera que nuestros sentidos fisiológicos son los que nos posibilitan la percepción de los diferentes elementos que conforman el mundo físico de los objetos, nuestro sentido de la intuición es el que nos posibilita la percepción de la contraparte energética de susodichos elementos. Y así como, por ejemplo, nuestras percepciones visuales o auditivas, siempre se nos manifiestan, respectivamente, en la forma de imágenes o de sonidos, nuestras percepciones intuitivas siempre hacen lo propio en la forma de sensaciones internas[2]. No es, pues, de extrañar, que encontremos el origen etimológico del término castellano “intuición”, en el término latino “intuitio”; ya que éste proviene a su vez del verbo intueri que, descomponiéndose en el prefijo in-, que significa “hacia el interior”, y en el verbo tueri, que significa “contemplar u observar”, viene a definirse como “contemplación interior”. No en vano para poder llegar a reconocer conscientemente los flujos de energía que todos nosotros por igual percibimos intuitivamente, necesitamos sí o sí, del volcar nuestra atención ––o mirada interna–– hacia nuestro interior; más concretamente, hacia nuestros cuerpos energéticos.
A este último respecto debemos saber, que el acto de
volcar nuestra atención hacia nuestros cuerpos energéticos, no entraña misterio alguno; es decir que para llevarlo a cabo, no necesitamos hacer nada particularmente extraordinario. Solamente observar nuestras sensaciones internas, e intentar distinguir cuales de entre las mismas no guardan relación alguna con nuestras experiencias propiamente físicas. Algo que en numerosas ocasiones todos nosotros hacemos sin darnos cuenta de que lo estamos haciendo; siendo esta última la razón por la que, tan a menudo, desconocemos de dónde provienen nuestras intuiciones.
[1] Seguramente nuestra intuición no estará conformada únicamente por un solo “órgano”, sino por varios “órganos” sensoriales que nos permitirán la percepción de diferentes tipos de flujos energéticos; tal y como nuestros órganos sensoriales fisiológicos nos permiten percibir diferentes elementos del mundo de la materia. [2] Sensaciones internas a las que, en muchas de las ocasiones en las que conseguimos reconocerlas, también damos el nombre de corazonadas.
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