25 noviembre: Día internacional de la NO violencia de género
La Organización Mundial de la Salud declaró en 1996 la violencia de género como un problema de salud pública que requiere de acciones urgentes y prioritarias. Pero, al mismo tiempo, existe un gran desconocimiento de las dinámicas de violencia por parte de la población general, por lo que muchas veces es difícil comprender la complejidad de este asunto y actuar en consecuencia.
A continuación reflexionaremos sobre 3 creencias muy extendidas, desmontando falsos mitos y aportando información esclarecedora.
Si fuera tan violento, los demás nos habríamos dado cuenta
El 86% de los maltratadores sólo son agresivos en la intimidad. Fuera de casa pueden mostrarse amables, tolerantes y encantadores. Para la víctima es muy difícil contar lo que está ocurriendo, bien porque ha recibido amenazas explícitas para mantenerse en silencio, bien porque la culpa y la vergüenza o el miedo a que nadie la crea le impiden comunicarlo. Tan sólo en casos de violencia física muy evidente (vecinos/as que escuchan las palizas, sanitarios/as que atienden las lesiones, etc.) se rompe ese telón de acero. Pero a veces incluso en esos casos la mujer sufre la llamada victimización secundaria: el entorno niega la violencia y la acusa de provocarle, exagerar/inventar, o elude responsabilidades diciendo que son “intimidades de pareja en las que nadie puede meterse”.
Una relación siempre es cosa de dos, ambos alimentan la dinámica de violencia
Los estudios revelan que siempre es el agresor quien inicia la violencia de forma sutil, a través de lo que Marie France Irigoyen llamó maniobras de desestabilización: minando la autoestima de su víctima, aislándola progresivamente y deteriorando sus apoyos internos y externos. Tan sólo cuando la mujer está suficientemente debilitada el agresor intensifica la violencia, en el momento en que ella ya no tiene fuerzas ni recursos para defenderse o abandonar la relación. Antes de la violencia física siempre hay violencia psicológica.
Ella se lo ha buscado por consentirlo y quedarse, a mí no me habría pasado
Es necesario comprender el ciclo de la violencia para entender por qué es difícil salir de una relación de este tipo. Tras la fase de acumulación de tensiones se produce un episodio agudo de violencia. Pero después aparece la llamada luna de miel, en la que el agresor se disculpa, minimiza lo ocurrido, culpabiliza a la víctima y asegura que no volverá a suceder. En esta etapa, la mujer convive de nuevo con el hombre del que se enamoró, y muchas veces es presa de confusión, sin llegar a creerse del todo lo que ha vivido o alimentando fantasías de que no volverá a repetirse. Si además tenemos en cuenta que a estas alturas de la relación ya estará lo suficientemente aislada, dependiente económica y afectivamente de su maltratador, y que en muchos casos hay hijos/as en común y amenazas explícitas de agresión o muerte si se marcha, la posibilidad de ruptura se hace muy difícil.
Cualquier mujer puede ser víctima de violencia de género. Las estadísticas revelan que tener estudios superiores y nivel socioeconómico alto no protege de este tipo de relaciones, porque el maltratador agrede de forma emocional y no intelectual.
¿Qué puedo hacer yo?
Por la educación que recibimos y la sociedad en la que vivimos, todos/as somos machistas. Una importante diferencia la marca reconocer esta realidad o negarla, porque en la medida en que lo aceptamos podemos poner atención consciente, cuestionar patrones aprendidos, asumir responsabilidades e impulsar cambios.
¿Dónde te quieres situar? Tú decides.
Índice de contenidos