Educar sin gritos ni castigos es posible aunque no te lo creas, la disciplina positiva es un estilo de educación que ayuda a que nuestros hijos afronten con éxito sus desafíos vitales, desde el respeto y sin violencia. Esta forma de educar no hay que confundirla con la permisividad, toda educación tiene límites que nos hacen mejores seres humanos. La vida en sociedad no sería posible sin límites, y convivir con ellos es necesario. Pero definir las normas y hacer que los niños las respeten no está relacionado con gritos, ni castigos sin sentido. La clave es mantener una actitud firme ante los límites.
Conviene construir una mentalidad donde sustituimos la expresión “porque lo digo yo”, por una metodología que atienda las necesidades y emociones de los niños en cada una de sus etapas.
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Educar sin gritos ni castigos (libro)
Recomendamos el libro “Sin gritos ni castigos”, en sus páginas encontraremos una nueva perspectiva de educar con disciplina que se aleja de los métodos tradicionales. Usando la neurociencia como base, este libro pone en tus manos muchas herramientas respetuosas para educar niños pensantes, reflexivos y auto-disciplinados. Busca que criemos a niños capaces de tomar buenas decisiones por sí mismos guiados por el compás de la buena moral.
Usa el cultivo de plantas como analogía, explora cuáles son los elementos para que la autodisciplina sea posible. Finalmente integra todos esos elementos en un método práctico y respetuoso que puede ser utilizado por padres o profesionales tanto para resolver conflictos cotidianos como para enseñar comportamientos apropiados.
La publicación nos ayuda a prepararnos para el cambio del paradigma, para saber decir las palabras adecuadas, incluso para conseguir el apego comunicativo. Cómo actuar cuando los niños son pequeños y descubren los sentimientos, cuando empiezan los primeros insultos y sentimientos de enfado.
En definitiva, es un libro que ayuda a comprender el comportamiento de tu hijo, su amor es una recompensa y ayudarle a satisfacer sus necesidades o proporcionarle la atención que necesita en cada momento.
Tiene que ver con: La importancia de poner límites a los niños.
Educar sin gritar
La mejor forma de educar nunca debe estar basada en gritos, enfados y luchas de poder. Siempre es mejor poner el centro en un sistema de principios que nos ayuden a criar a un hijo responsable y que se sepa valer por sí mismo. Siempre de una manera respetuosa, con empatía y tolerante con los demás.
Una buena práctica es cambiar los castigos por consecuencias. Con los castigos privamos de algo a los niños. A veces son muy largos, desproporcionados y sus consecuencias no tienen nada que ver con lo que ha ocurrido. La disciplina positiva apuesta porque el niño entienda las consecuencias de sus actos y sea consciente del daño causado. Las consecuencias deben ser lógicas, coherentes, razonables e ir dirigidas a reparar el daño. Por ejemplo, si el niño te pega, luego cuando quiera hacer algo contigo tienes que decirle que no porque te duele.
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Educar sin premios ni castigos
Los premios y castigos son condicionamientos, una forma de adiestramiento que se queda en la superficie. Hay quien considera que el castigo es el origen del bullying, porque los niños aprenden también lo que es la venganza y a dar dolor a otros. Por su parte, los premios y alabanzas pueden crear “cerebros adictos” a esa recompensa, una forma fugaz de alegría, que después le haga dependiente del reconocimiento social.
Una buena forma de educar es enseñar a los niños a buscar la felicidad con metas a medio y largo plazo, que se sientan orgullosos de sí mismos.
La disciplina positiva está abierta a pactar con nuestros hijos, desde pequeños, para que cuando crezcan confíen en sí mismos y en nosotros como padres. Utiliza planteamientos como “Confío en ti y tus amigos, sé que no vais a hacer daño a nadie ni a vosotros mismos, pero en las calles pasan estas cosas. ¿Qué hora te parece razonable para volver a casa?”. Conviene insistirles en que van a ser responsables y que cuando haya una fiesta especial le dejarás llegar más tarde de la hora habitual. Conviene crear una confianza mutua con nuestro hijo, que el sepa que no vamos a juzgar o castigar, sino a ayudar. Los expertos aseguran que cuando a un niño le das confianza desde pequeño es innecesario imponer castigos.
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