Hoy me ha comentado una madre: “estas navidades a mi hija le han mandado leer una novela educativa”. La frase me ha llamado la atención por dos motivos. El primero es que le “han mandado leer”. No le mandan ir al parque de atracciones o a la playa, ni comer bombones, ni montar en bici. ¿Por qué? Se supone que los placeres no se obligan ya que todo el mundo tiene ganas de hacerlos. Entonces, ¿qué es la lectura? Sólo cuando te has pasado horas inmersa en una aventura sin saber ni dónde estás, sólo cuando has releído para no despedirte de unos personajes ya tan queridos, sólo cuando has vibrado con una historia como si te estuviera pasando a ti, puedes entender a lo que me refiero. ¿Eso se enseña? ¿Eso se manda? Mi experiencia es que se descubre cuando tú eliges el libro que te interesa. Y, si te pasa varias veces seguidas, ya no hay remedio: te has convertido en un lector/a empedernido/a.
El segundo punto a tener en cuenta es el concepto de “novela educativa”. En muchos casos; forma parte de ese filón que ha encontrado el marketing para que las personas adultas consigamos que la infancia sea productiva todo el tiempo, y que incluso cuando juega o disfruta también aproveche para meter algo útil en su cabecita. ¡Menuda tranquilidad saber que estamos contribuyendo a su curriculum ya desde que tienen 1 año! De nuevo perdemos de vista el placer. El gusto por divertirse, la maravilla de adentrarse en una novela. Cuando un libro intenta enseñarnos algo, muchas veces se convierte en una burda moralina, se ve a la legua que nos quieren colar un mensaje que por sí solo no nos tragamos, la trama se rinde al interés por educar, y los personajes pierden frescura convirtiéndose en portavoces de una moraleja que fue predecible desde la página 1.
Quizá en el fondo esto no es más que el reflejo de nuestra vida profesional y personal: siempre con estrés; exceso de tareas y la exigencia de jornadas superproductivas. Así que, queridos Reyes Magos, este año os pido que nos regaléis un poco más de relax y sonrisas a las personas adultas. Y, por favor, que le demos un respiro a la infancia para que pueda descubrir por sí misma los placeres de la vida. Que, a este paso, ¡les quitamos lo bailao!.
¡Feliz Navidad!