En esta época del año pensamos en la matriculación de nuestros hijos al próximo curso. Elegimos la educación que queremos que reciban.
En 1994 elegí el instituto al que quería ir. En aquellos tiempos, en educación secundaria, existía lo que se llama BUP (Bachillerato Unificado Polivalente). Desde mi experiencia, creo que era el lugar al que iban dos perfiles: Adolescentes que no sabían en aquel momento en qué especializarse profesionalmente y los que sabían seguro quer querían ir a la universidad. Los chicos y chicas que querían entrar al mundo laboral lo antes posible, pero con un buen nivel de formación, se matriculaban en la llamada FP (Formación Profesional), donde aprendían un oficio (Mecánica, Administrativo, Electricidad, etc.) Sin embargo, las personas que cursaban FP, en algunos casos, seguían su formación en la universidad.
Los sistemas educativos
Fuimos la última promoción, por lo menos donde yo vivía, que siguió ese sistema. Al año siguiente los alumnos empezaron a estudiar bajo la regulación de la denominada LOGSE (Ley Orgánica General del Sistema Educativo) y hubo algunos cambios. El cuado que viene a continuación muestra los itinerarios de ambos sistemas:



A primera vista, el cambio más evidente es la extensión del periodo de escolarización obligatoria de la LOGSE. Ciertamente, había un vacío entre los 14 y los 16 años de edad. A los 14 terminaba, salvo para los repetidores, la EGB. Pero la edad mínima para incorporarase al mundo laboral eran los 16 años. Con la LOGSE, en un escenario ideal, una persona terminaría la educación obligatoria a los 16 y podría incorporarse al mundo laboral, si no deseaba seguir estudiando.
En la actualidad se ha aprobado la llamada LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa), cuyos objetivos son varios, siendo uno el que me interesa en especial: Mejorar la empleabilidad.
¿Qué desenlace común tienen todos los actuales sistemas educativos? El acceso al mundo laboral. Se habla de incorporarse al mundo laboral. Aunque hay excepciones (personas que estudian por placer, por amor al conocimiento, por curiosidad, etc.), el principal motivo para estudiar es el acceso al mundo laboral.
Educación para el empleo
Si la idea es incoroporarnos al mundo laboral, entonces es necesario disponer de un espacio en ese mundo. Veamos la siguiente imagen:
El profesional forma parte de un sistema, con lo cual, un programa educativo orientado a la empleabilidad tiene como objetivo que sus integrantes (los estudiantes) acaben encajando en dicho sistema. Esto nos lleva a varias preguntas: ¿Qué provoca que la empleabilidad sea el máximo objetivo? ¿Sería viable un sistema con un objetivo distinto? En caso afirmativo, ¿Cuál sería? Si el sistema cambia a gran velocidad, ¿Podríamos estar preparando a personas para un mundo que no existirá cuando sean adultos?
Por otro lado, si hay que encajar en un sistema laboral, este será el que determine al sistema educativo. Si lo comparamos con el binomio cliente-proveedor, el cliente es el sistema laboral (empresas) y el proveedor el sistema educativo. Un cliente no «compra» un «producto» que no encaja en sus necesidades. En este escenario esto implica desempleo.
¿Cuánto ha cambiado el sistema socio-económico desde que se fundara la escuela tal y como la conocemos? Sin necesidad de remontarnos al sigo XVIII, o XIX, retrocedamos 50 años. Es sorprendente lo poco que ha cambiado la escuela, en cierto modo, y lo mucho que ha cambiado el mundo que nos rodea. Las siguientes gráficas muestran cómo ha evolucionado en España y EEUU la ocupación de la población por sectores:



El siguiente es un modelo del economista Colin Clark (1902-1989) en el que podemos ver referenciado el sector cuaternario, o sector del conocimiento.



La capacidad productiva del sistema supera a la demanda de productos y servicios. La evolución tecnológica y de procesos mejora la productividad y requiere menos mano de obra en los sectores primario, secundario y terciario. El cuaternario no es intensivo en mano de obra.
Educación para un modelo agotado
Para establecer una analogía, podríamos decir que un estudiante que finaliza su formación y accede al mundo laboral, sube a una escalera mecánica. A lo largo de su vida profesional, progresa (cuidado, no necesariamente asciende) y al final sale de la escalera y se retira.
En cada sector existen diversas escaleras y un profesional puede moverse entre ellas. Es decir, puede saltar de una escalera a otra, como si de un ejercicio de parkour se tratara. A más dinamismo económico, mayor posibilidad de saltar y progresar. No obstante, ¿Qué ocurre si la escalera se para? ¿Qué ocurre si nadie se cambia de escalera y, por lo tanto, no se generan espacios libres?
La esperanza se ha depositado en los emprendedores, los cuales deben ser los que promuevan la creación de nuevas escaleras. La idea tiene sentido, aunque parezca que todo está inventado, ya que la sociedad y la economía son sistemas complejos en los que las interacciones promueven la creación continua de oportunidades. Si añadimos a esto los efectos de la globalización y nuestra actual capacidad de comunicación, es comprensible que el ritmo de creativo sea muy elevado y con resultados altamente disruptivos.
¿Cómo encaja lo expuesto en los dos párrafos anteriores con los planes de educación estandarizados para todos los alumnos (tanto en contenido como en metodología)? ¿Qué provoca que un/a profesor/a especifique un procedimiento a seguir y evalúe la fidelidad con la que se ha seguido? ¿Tiene sentido el trabajo básicamente individual en entornos estables y con pocos cambios, si vivimos en un sistema abierto? ¿Podemos seguir prescindiendo de una educación holística que incluya como troncales la ética, el cuidado de cuerpo y mente, aprender a aprender, la comunicación, el trabajo colaborativo, la resolución de problemas, la sistémica, la gestión de las emociones, la gestión de conflictos y la negociación, etc.? Se trata de pasar de una forma de cultivar personas como esta:
A otra como esta:
La empleabilidad es muy importante. Encontrar una forma de vida es esencial. Sin embargo, como objetivo máximo de la educación resulta muy limitado. Si imaginamos el mundo del mañana, sabiendo que la educación es lo que puede hacer realidad nuestra visión, ¿No merece la pena re-imaginarla para conseguirlo?
La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo – Nelson Mandela (1918-2013)
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