Imagínate no poder levantarte de la cama por la mañana, a pesar de haber dormido bien por la noche. O experimentas repentinamente una fatiga tan debilitante que no puedes participar en las actividades cotidianas. Estas son experiencias comunes de las personas con síndrome de fatiga crónica, una condición que afecta a más de 100.000 personas en España. Se estima que en el mundo hay más de 20 millones de casos. Destaca la cantidad de mujeres que sufren fatiga crónica, el doble que los hombres.
A pesar de su prevalencia y su naturaleza debilitante, el síndrome de fatiga crónica no fue una afección médica reconocida hasta finales de la década de 1980. Incluso hoy en día, dado que los síntomas pueden parecerse a una variedad de otras enfermedades, obtener un diagnóstico definitivo puede ser un desafío.
¿Qué es el síndrome de fatiga crónica?
El síndrome de fatiga crónica, que también se conoce como encefalomielitis miálgica o enfermedad de intolerancia al esfuerzo sistémico, es una afección a largo plazo que puede interferir con la vida diaria. Principalmente, se caracteriza por una fatiga extrema que dura más de seis meses, afecta principalmente a personas de entre 40 y 60 años. Los síntomas pasan de leves a graves y pueden aparecer y desaparecer según el período. También pueden desarrollarse con el tiempo o aparecer de repente, sin previo aviso.
Síntomas del síndrome de fatiga crónica
La gravedad de esta afección puede variar de un día a otro. Esto hace que la vida con el síndrome de fatiga crónica sea muy impredecible, ya que las molestias pueden durar semanas, meses o incluso años. Los síntomas comunes incluyen:
- Dificultad para concentrarse o prestar atención.
- Mareos o desmayos al ponerse de pie.
- Agotamiento extremo durante más de 24 horas después de un esfuerzo físico o mental.
- Problemas gastrointestinales.
- Dolores de cabeza.
- Dolor en las articulaciones.
- Fiebre leve.
- Cambios de humor.
- Dolores o molestias musculares.
- Mala memoria.
- Problemas de sueño.
- Dolor de garganta.
- Ganglios linfáticos sensibles en el cuello o debajo del brazo.
Causas del síndrome de fatiga crónica
Si bien se desconoce la causa del síndrome de fatiga crónica, se han propuesto varias teorías. Algunos investigadores especulan que puede desencadenarse por una enfermedad similar a la gripe u otras infecciones virales como Epstein-Barr o herpes. En cambio, otros informan que los síntomas aparecen por primera vez después de un estrés físico extremo, como una cirugía.
Por otra parte, los posibles desencadenantes también pueden incluir un sistema inmunológico deteriorado, trauma emocional o desequilibrios hormonales producidos por el hipotálamo, la glándula pituitaria o las glándulas suprarrenales (conocido como eje HPA). Sin embargo, hasta la fecha, los únicos factores de riesgo que se han relacionado directamente con el síndrome de fatiga crónica son la edad y el sexo.
Cómo tratar el síndrome de fatiga crónica
Dado que no existe una causa fácilmente identificable del síndrome de fatiga crónica y no hay forma de evaluar la afección, puede ser difícil de diagnosticar, especialmente porque los síntomas pueden imitar otras enfermedades. Como resultado, no es raro que los médicos realicen pruebas para descartar otras enfermedades como la fibromialgia o el hipotiroidismo antes de diagnosticar la fatiga crónica.
Una vez que se ha hecho un diagnóstico, el tratamiento del síndrome de fatiga crónica se enfoca principalmente en controlar los síntomas. Esto puede incluir cambios en el estilo de vida y una suplementación concreta. Dado que entre el 30-40% de las personas con síndrome de fatiga crónica desarrollan depresión, algunos médicos pueden recetar medicamentos antidepresivos.
La dieta del síndrome de fatiga crónica
La Sociedad Estadounidense de Encefalomielitis Miálgica y Síndrome de Fatiga Crónica recomienda que estos pacientes eviten lo siguiente:
- Alcohol.
- Grasas animales.
- Conservantes, colorantes y saborizantes artificiales.
- Edulcorantes naturales o artificiales, incluido el azúcar.
- Estimulantes como café, té o refrescos con cafeína.
Además, las personas con síndrome de fatiga crónica suelen experimentar desafíos dietéticos únicos, incluidas la sensibilidad a los alimentos y las deficiencias de nutrientes. Aproximadamente dos tercios de estos pacientes sufren problemas gastrointestinales (acidez, náuseas, diarrea o estreñimiento).
Esto significa que puede ser recomendable llevar un diario de alimentos. De este modo, los usuarios podrán identificar los alimentos problemáticos. Además, tu médico o nutricionista también te puede recomendar una dieta de eliminación u otras pruebas de sensibilidad a los alimentos para identificar aquellos que desencadenan los síntomas.
Las personas con síndrome de fatiga crónica también pueden sufrir deficiencias de nutrientes. Por ejemplo, se ha descubierto que los niveles bajos de vitamina C, vitaminas del complejo B, magnesio, zinc, L-carnitina y ácidos grasos esenciales tienen un impacto negativo en la función inmunológica y agravan los síntomas. Sin embargo, consumir una dieta de alimentos integrales puede servir para enriquecer el aporte de nutrientes en tu organismo. En este caso también se aconseja consultar con un profesional de la salud, con capacidad para planificar y controlar tu dieta, y complementar con una suplementación que ayude a prevenir deficiencias o ayude a controlar los síntomas.
Suplementos para el síndrome de fatiga crónica
Los estudios sugieren que los siguientes suplementos pueden desempeñar un papel importante en el manejo de los síntomas. Además, pueden ayudar a reducir el riesgo de deficiencias de nutrientes en personas con síndrome de fatiga crónica.
CoQ10
Se ha demostrado que las personas con síndrome de fatiga crónica tienen niveles de coenzima Q10 anormalmente bajos. Esto afecta negativamente los niveles de energía celular. Se ha realizado un estudio con 58 pacientes que sufren esta afección, mientras que otros 22 usuarios estaban sanos. Aquellos con SFC tenían niveles de CoQ10 significativamente más bajos, y aquellos con los niveles más bajos informaron los problemas de memoria y fatiga más graves.
Afortunadamente, otros estudios han encontrado que la combinación de CoQ10 suplementario con dinucleótido de nicotinamida y adenina (NADH) aumentó los niveles de trifosfato de adenosina (ATP) (la principal forma de energía celular de su cuerpo). Esto redujo significativamente los síntomas de fatiga en las personas con la afección.
NADH
El dinucleótido de nicotinamida y adenina, también conocido como NADH o NAD+, se produce en el cuerpo a partir de la niacina (vitamina B3). Dado que desempeña un papel en la generación de energía celular, la ingesta de NADH en forma de suplemento puede ser beneficiosa para las personas con SFC. Varios ensayos clínicos informan que NADH reduce los síntomas de fatiga y ansiedad, mientras que potencialmente mejora otros síntomas.
De cara a un estudio que apareció en la revista Antioxidants and Redox Signaling, la combinación de NADH con CoQ10 proporcionó una mejora significativa en las capacidades físicas y cognitivas en 73 mujeres con síndrome de fatiga crónica. Además, como se señaló anteriormente, la ingesta simultánea de estos dos nutrientes aumentó la concentración de ATP en el torrente sanguíneo.
D-ribosa
Se tarta de un azúcar simple, es un componente de tu ADN y de ATP, la principal fuente de energía para sus células. Un estudio piloto en el que participaron 41 personas con fibromialgia o SFC encontró que la ingesta diaria de 15 gramos de d-ribosa mejoraba la intensidad del dolor, el bienestar, la energía, la claridad mental y el sueño.
Melatonina
Es una hormona producida naturalmente por el cuerpo, que se encarga de regular los ciclos de sueño y vigilia. También proporciona beneficios antioxidantes, inmunes y antiinflamatorios. Entre 29 pacientes con síndrome de fatiga crónica que tenían dificultad para conciliar el sueño, tomar melatonina suplementaria antes de acostarse no solo mejoró la fatiga, sino que también aumentó sus niveles de actividad y capacidad de concentración.
Probióticos
El SFC también puede afectar negativamente el estado de ánimo, la inmunidad y, en muchas personas, el tracto gastrointestinal, todos los problemas que pueden indicar un estado de disbiosis, es decir, un desequilibrio en las bacterias intestinales. Como resultado, algunos investigadores han explorado el posible papel de los probióticos como enfoque terapéutico.
Según una revisión que apareció en la revista Beneficial Microbes, se encontró que dos cepas probióticas (Lactobacillus casei shirota y Bifidobacterium infantis) redujeron la ansiedad y los marcadores inflamatorios. Por otra parte, otros estudios centrados en el eje intestino-cerebro han sugerido que ciertas cepas de probióticos pueden mejorar los síntomas generales, el sueño y la cognición.
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